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"La senda del perdedor" de Charles Bukowski

Bukowski (1922-1994), uno de los grandes exponentes del realismo sucio, fue, desde que lo conocí hace más de veinte años, uno de esos escritores que provocaba en mí una fuerte catarsis. En cada una de sus páginas nos sumergimos en un mundo sórdido plagado de perdedores.Mi libro favorito de este escritor norteamericano es, sin lugar a dudas, “La senda del perdedor”. 

En esta novela, Henry Chinasky, alter ego de Bukowski, relata una primera etapa de su vida, desde su infancia hasta su primer empleo. Entendemos que es, a todas luces, una biografía detallada de la vida del escritor. Hijo de un padre maleducado que considera que nadie tiene ambición menos él y de una madre sufrida que siempre se posiciona a favor de su marido, Chinaski recibe tremendas palizas -la madre también- desde muy pequeño. Aunque viven en una zona humilde de Los Ángeles, sus padres pretenden comportarse como ricos y creen que, con solo imaginarlo, la realidad se ve directamente transformada. Por ese motivo, no dejan que Henry juegue con los chicos de su barrio, pues son pobres. 


Henry Chinasky no tiene amigos en la escuela; tampoco los quiere. El colegio y el instituto son escenarios de peleas continuas y bullying permanente. Un infierno. Eso sí, aunque Chinaski no tiene amigos, siempre está rodeado de los chavales perdedores. Según él, solo lo seguían los débiles, en vez de los fuertes; los feos, en lugar de los hermosos. 

El crack del 29 llega a todas las familias y el padre, que trabaja de repartidor de leche, pierde el empleo, como la mayoría de los padres de los otros compañeros de Henry. Bukowski nos describe una escena muy potente cuando, en quinto grado, a la pregunta de la maestra sobre la ocupación de sus padres, todos los chavales empiezan a mentir. Nadie tiene trabajo, pero era peor  aceptar que se estaba en paro. El conflicto entre ganadores y perdedores, muy de la cultura norteamericana, aparece constantemente expuesta en este libro. De ahí que, desde mi punto de vista, “La senda del perdedor” sea una de las más feroces críticas al sueño americano, que establece que cualquiera, con mucho esfuerzo, puede llegar a ser millonario.

Chinaski, como buen futuro borracho, descubre el alcohol, ese gran aliado que acompañó a Bukowski el resto de su vida. Además, hay otro elemento de la biografía del personaje que se relata con crudeza: cuando empezó a salirle un acné impresionante por todo el cuerpo. Se lo intentan curar quemándolo con una aguja especial, lo cual, además del dolor intenso, le deja cicatrices de por vida. 

Henry obtiene un primer empleo en unos almacenes. Todo el mundo lo trata como un trapo y es despedido al poco tiempo por  protagonizar una pelea. Como no encuentra otro trabajo, el padre le obliga a  matricularse en la universidad, allá por 1939. 

Cuando su padre encuentra algunos de los escritos de Henry, lo echa de casa y entonces empieza otra fase de su vida, la de los hostales de mala muerte, la de las borracheras permanentes y las peleas continuas. Ni que decir que la universidad le importaba un carajo. 

Alcohol, acné, falta de amor, fútbol, baseball,  peleas, chicas y, cómo no, literatura. 
Nuestro protagonista se encuentra  con Hemingway, D.H. Lawrence, Huxley, John dos Passos, Turguénev, Gorki… Un libro lo llevaba a otro y así pasaba horas y horas en la biblioteca evadiéndose de su triste existencia.  






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