Primero con la llegada de la primavera y, luego, con el devenir del verano, da la sensación fehaciente de que estamos más predispuestos a que esas sustancias químicas que nos hemos encargado de llamar Amor, hagan sus estragos. No comer, no dormir, llorar en ocasiones, ruborizarse y un largo etcétera de estados alterados de conciencia. A veces sale bien y algo de felicidad nos abruma y, otras, el dolor se hace tan insoportable como un hachazo en la cabeza. Al fin y al cabo, la vida y cuestión de contrastes. Sobre el amor y la pérdida de éste, en una edad tan propia para estos sentimientos como la adolescencia, trata el libro de Kyoichi Katayama, cuyo título es uno de los más bellos que por ahora he podido encontrar: “Un grito de amor desde el centro del mundo”. Aunque no es de lo mejor que he leído, sí provoca un escalofrío por la columna vertebral conocer la historia de dos jóvenes adolescentes que se aman desde la niñez y que ven cómo, de golpe, una enfermedad brutal arrasa la vid...
Reseñas de libros clásicos