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“Yo, Édichka” de Limónov

 A raíz de leer el sensacional libro “Limónov” de Emmanuel Carrère, busqué en la biblioteca algo de la obra del autor ruso y me encontré con “Yo, Édichka”. 


Qué pena no haber conocido a Limónov durante mis años universitarios. Sus reflexiones, sus descripciones, sus vivencias tienen una fuerza increíble. En esta novela encontramos extractos poéticos, crítica social, sordidez, lujuria, alcohol, miseria, grandeza, literatura y ambientes urbanos. Odio y lucha de clases. Encontramos la desolación de la ciudad y la añoranza de la patria de un emigrado. Encontramos la libertad y la esclavitud a la que se enfrentaba el humano moderno en el país más poderoso del planeta en plenos años 70. Encontramos un alegato a favor de los miserables y los perdedores y un grito contra todo el orden establecido. 


En “Yo, Édichka”, Limónov nos cuenta cómo se hospedaba en el hotel Winslow, sin trabajar, cobrando un tipo de subsidio,  harto de todo y de todos, viviendo casi en la indigencia. Testigo del desencanto de otros rusos -y de él mismo- por cómo les afectó la llegada a EEUU, nuestro protagonista se convierte en una voz crítica del sueño americano, de esa utopía capitalista que no aseguraba a todo el mundo la vida tan placentera que la propaganda prometía. De hecho, fue despedido de un periodico ruso-americano por un artículo llamado “El desencanto”, que el propio régimen soviético utilizó a su favor.  


En cierta manera, echa de menos muchas cosas de su patria, entre ellas, que allí un poeta era un líder espiritual, mientras que en EEUU es una mierda. En la URSS Limónov era alguien, se relacionaba con poetas, pintores, académicos; mientras que en EEUU sus únicos amigos eran friegaplatos, botones y electricistas. 


El libro está atravesado por el recuerdo constante de su ex mujer, Elena, cuya separación supone para él un inmenso dolor. Otro relato fundamental en el libro, sobre todo porque en Francia “Yo, Edichka” se publicó bajo el título “El poeta ruso prefiere los negros grandes”, es el de sus  sus encuentros homosexuales con hombres negros. Al primero de ellos, Cris, lo conoció en un parque. El segundo, de nombre desconocido, era un vagabundo con el que se lía en un edificio. Limónov se define en ocasiones como homosexual, pero sigue teniendo relaciones con mujeres y no abandona, ni por un segundo, el recuerdo doloroso de Elena. 


Otro aspecto destacable de Eduard es su compromiso político,que lo llevó a colaborar con el partido de los trabajadores de EEUU. Fue un hombre al que le dolían las injusticias de su alrededor, que siempre se solidarizaba con los míseros y que, en el fondo, lo único que anhelaba era hacer la revolución. Siempre persiguió, y en esta novela lo dice claro, una muerte heroica. 


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