A raíz de leer el sensacional l ibro “Limónov” de Emmanuel Carrère , busqué en la biblioteca algo de la obra del autor ruso y me encontré con “Yo, Édichka”. Qué pena no haber conocido a Limónov durante mis años universitarios. Sus reflexiones, sus descripciones, sus vivencias tienen una fuerza increíble. En esta novela encontramos extractos poéticos, crítica social, sordidez, lujuria, alcohol, miseria, grandeza, literatura y ambientes urbanos. Odio y lucha de clases. Encontramos la desolación de la ciudad y la añoranza de la patria de un emigrado. Encontramos la libertad y la esclavitud a la que se enfrentaba el humano moderno en el país más poderoso del planeta en plenos años 70. Encontramos un alegato a favor de los miserables y los perdedores y un grito contra todo el orden establecido. En “Yo, Édichka”, Limónov nos cuenta cómo se hospedaba en el hotel Winslow, sin trabajar, cobrando un tipo de subsidio, harto de todo y de todos, viviendo casi en la indigencia. Testigo del dese
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