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Viendo “La cinta blanca” de Michael Haneke


Puede haber spoiler

Michael Haneke tiene la cualidad de generar atmósferas asfixiantes, lo reconozco, y "La cinta blanca" no iba a ser menos. El argumento parecía, a priori, el del un simple thriller: poco antes de que la I Guerra Mundial arranque, en un pueblo del norte de Alemania, acontecen una serie de sucesos criminales  extraños y de autor desconocido. 

El ambiente en esta pequeña comunidad es violento y profundamente perturbador; sus personajes, siniestros: el pastor, cuyos hijos esconden algo que poco a poco se irá desvelando; el médico del pueblo, más brutal de lo que aparenta; el maestro, relator de todo lo que sucedió;un terrateniente reflejo de las desigualdades económicas de la aldea y algunos testigos más de cómo la maldad crece inexorable entre los humanos. Solo los niños más pequeños todavía muestran inocencia. Todo lo demás está corrompido. 

En "La cinta blanca", los padres son brutales con sus hijos y las madres son sumisas ante la opresión. Totalitarios, los cabezas de familia ejercen un control absoluto y en todos los aspectos de sus vidas que, evidentemente, podrá tener consecuencia directas en el surgimiento, cómo el cineasta parece indicar, del nazismo.

Los personajes en esta película están condenados de antemano: los adultos por sus pecados o por sus métodos para intentar extirpar el pecado, los niños en el momento que adquieren los valores de sus mayores. Haneke nos sitúa ante una foto fija de una época, lo que no hace muchos años era una Europa carcomida por la represión y la violencia no solo familiar, sino religiosa y política. 
El final es ambiguo y no pude despejar algunas dudas sobre qué había pasado y qué papel juega, por ejemplo, la comadrona del pueblo, cuya relación extramatrimonial con el médico también será, a todas luces, perseguida por los justicieros. 


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