
Narrada “hacia atrás”, provoca un gran desasosiego. Dando saltos de un lado hacia otro vemos cómo Leonard es manipulado y engañado trazando caminos que no sabemos hacia dónde lo llevarán. “Hechos, no recuerdos. Los recuerdos son subjetivos”, dice el protagonista. Su obsesión por encontrar al que mató a su mujer es, quizás, lo único que lo mantiene con vida.
Sobre la memoria y sus entresijos es necesario comentar el libro que más me gusta del escritor Ray Loriga, titulado “Tokio ya no nos quiere”. En éste, un camello que vende la nueva droga del milenio, erosionadores de memoria, surca las ciudades de este nuestro planeta. Estas sustancias centran sus efectos en eliminar aquellos recuerdos que se desean sin, supuestamente, alterar el resto. “Es el recuerdo, y no el olvido, el verdadero invento del diablo”, comenta el personaje principal. Atiborrado por la química que él mismo vende, termina destrozándose el cerebro y, al igual que Leonard en “Memento”, desemboca en la imposibilidad para poder crear nuevos recuerdos. Aún así, y es mi sensación, no consigue eliminar ese desaliento. Ni toda la química del mundo lo puede conseguir. Auténtica poesía en prosa.
¿Querríamos esos erosionadores de memoria?
Poder olvidar los malos momentos y quedarnos con lo bueno. O quizás eso no sería suficiente.
Muy interesantes las preguntas,yo sinceramente no los borraría, porque hay veces que sobrevivimos no unicamente con los buenos , también sobrevivimos gracias a los malos recuerdos.Que extraño¿no?
ResponderEliminar