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EL HORROR….

En el cine siempre hay imágenes que se te impregnan en la retina y se quedan contigo hasta que dejas de existir o hasta que la memoria ya no te permite evocar viejos recuerdos fabricados en el celuloide. Una de tantas, en mi caso, es la de Martin Sheen en Apocalipsis Now, con fuego de guerra y música de los Doors, concretamente The End. O mi preferida, también de la misma película: la escena en la que Robert Duvall ordena bombardear una playa para que ellos puedan surfear y, una vez arrasada, se detiene y dice: “¿Hueles eso muchacho?, ¿lo hueles? Es napalm. Qué delicia oler napalm por las mañanas. Una vez, durante doce horas, bombardeamos una colina y, cuando todo acabó, subí. No encontramos ni un cadáver de esos chinos de mierda. Qué pestazo a gasolina quemada. Aquella colina olía… a victoria. Un día esta guerra va a terminar”. Pone los pelos de punta.
Esta obra maestra del séptimo arte, dirigida por Coppola, se basa en el libro El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad. Ambientada en el Congo colonial de finales del siglo XIX y principios del XX, narra las aventuras de un marinero -Charlie Marlow- cuya misión consiste en ascender en barco por el río Congo con el objetivo de encontrar a Kurtz, jefe de una explotación de marfil. En la película, Kurtz es interpretado por Marlon Brando, tremendamente gordo y rapado al cero, que aparece sumergido entre sombras en un poblado plagado de cabezas cortadas y rodeado de gente que lo idolatra con voces apagadas. El Horror, el Horror… Palabras emitidas y que se han convertido en todo un grito descorazonador.


El desastre de la guerra en la película, el desastre de la colonización llevada a cabo por Leopoldo II de Bélgica en la novela te obliga a hacerte muchas preguntas. ¿Quiénes eran los civilizados? ¿Quiénes, los enemigos?


¿Hueles eso muchacho?, ¿lo hueles? Es napalm….

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