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Mostrando entradas de abril, 2010

Esa extraña cosa llamada memoria: Viendo Memento, de Cristopher Nolan

¿Qué pasaría si no fuera capaz de almacenar nuevos recuerdos?, ¿si cada día fuera totalmente nuevo? Me lo planteo con frecuencia; no recordar mi casa, ni el trabajo, ni las personas que voy conociendo. Estas ideas son base fundamental de la extraordinaria p elícula “Memento”, dirigida por el director Christopher Nolan . Leonard, buscando al asesino de su mujer, se tatúa nombres, fotografía lugares, coches… Es incapaz de recordar nuevas cosas desde que tuvo ese accidente. Narrada “hacia atrás”, provoca un gran desasosiego. Dando saltos de un lado hacia otro vemos cómo Leonard es manipulado y engañado trazando caminos que no sabemos hacia dónde lo llevarán. “Hechos, no recuerdos. Los recuerdos son subjetivos”, dice el protagonista. Su obsesión por encontrar al que mató a su mujer es, quizás, lo único que lo mantiene con vida. Sobre la memoria y sus entresijos es necesario comentar el libro que más me gusta del escritor R ay Loriga, titulado “Tokio ya no nos quiere” . En éste, un ca

POR EL DESIERTO…

Cerca como estoy del desierto de Tabernas, hoy no me he propuesto hablar de las películas de Sergio Leone que tanto admiro. Cierta iluminación chamánica al sentarme en el salón del piso y ver el mar a lo lejos me ha llevado a reflexionar. No me considero Don Juan Matus, el chamán que encontramos en los libros del (desde mi punto de vista) misterioso y, a la vez, fascinante Carlos Castaneda, sino que me ha dado por ahí. Este escritor y antropólogo peruano, cómo he comentado rodeado por el misterio (algunos dicen que no se conoce aún el rostro del que, basándonos en datos de la Wikipedia, nació en 1935 y murió en 1998) lanzó su primer libro, “Las enseñanzas de don Juan”, en 1968, convirtiéndose en un best seller de la contracultura. Esta obra nos describe las experiencias de Castaneda con las sustancias alucinógenas que le proporcionaba el mencionado Don Juan Matus, chamán del desierto de Sonora. Embaucado en un combate constante por convertirse en hombre del conocimiento, las aventur

El humo de un cigarrillo en el día del Libro.

Hace tiempo que dejé de fumar. Mis bronquios asmáticos no admitían más caladas sin protestar intensamente cortándome la respiración. Todos los días me acuerdo de algún cigarrillo, con nostalgia y alivio quizás. Todo esto viene a colación de que hoy, día del libro, me he comprado un cómic de John Constantine, el ilustre personaje creado por Alan Moore para “La Cosa del Pantano” y que, hace tiempo, vuela solo por la delgada línea del bien y del mal. Constantine es un fumador empedernido, probablemente para soportar la ansiedad de ver tantos demonios sueltos. Ataviado con su gabardina, su traje, su corbata y su pinta a lo Sting resulta de lo más curioso. Una mezcla de mago detectivesco sacado de los extrarradios de la Gran Bretaña. Me gustan todos los números que he leído, pero especialmente recomiendo los guionizados por el norteamericano Brian Azzarello, autor también de “100 balas” (maravillosa obra, por cierto). Cada vez que veo a Constantine me dan de sacar un Ducados y llevármelo

REALISMO SUCIO

Hace algunos años ya, saltándome las habituales clases de la universidad, me paseé por la antigua, y ya cerrada, librería Urbano en Granada. Deambulando por los pasillos me topé con un libro increíble de un escritor que me ha interesado desde entonces. El título en cuestión era “La senda del perdedor”, del escritor norteamericano de origen alemán Charles Bukowski (1920-1994). Fue como un puñetazo en el estómago, dinamita pura para las buenas conciencias del sueño americano, un vómito en toda la cara de los bienpensantes. Considerado símbolo del “realismo sucio”, alcohólico, amante de las carreras de caballos, te hace estremecerte o reírte, emocionarte o volverte un cínico. Su infancia fue dura, debido al maltrato y a una enfermedad que le deformó la cara y que describe en “La senda del perdedor” con una sequedad cortante. Estuvo marcado de por vida y separar su vida de su obra es ya difícil. Vinieron muchos libros más que devoré con ansia liberadora: “Música de Cañerías”, “Mujeres”,

EL HORROR….

En el cine siempre hay imágenes que se te impregnan en la retina y se quedan contigo hasta que dejas de existir o hasta que la memoria ya no te permite evocar viejos recuerdos fabricados en el celuloide. Una de tantas, en mi caso, es la de Martin Sheen en Apocalipsis Now, con fuego de guerra y música de los Doors, concretamente The End. O mi preferida, también de la misma película: la escena en la que Robert Duvall ordena bombardear una playa para que ellos puedan surfear y, una vez arrasada, se detiene y dice: “¿Hueles eso muchacho?, ¿lo hueles? Es napalm. Qué delicia oler napalm por las mañanas. Una vez, durante doce horas, bombardeamos una colina y, cuando todo acabó, subí. No encontramos ni un cadáver de esos chinos de mierda. Qué pestazo a gasolina quemada. Aquella colina olía… a victoria. Un día esta guerra va a terminar”. Pone los pelos de punta. Esta obra maestra del séptimo arte, dirigida por Coppola, se basa en el libro El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad. Ambien

Leyendo "CRIMEN Y CASTIGO" de Fiódor Dostoyevski

Obsesionados como estamos en estos tiempos postmodernos por no ver ninguna película que tenga una antigüedad superior a seis meses y por no bajarnos del tren de la última novela convertida en best seller, que seguramente se olvidará dentro de dos años, es un gusto recordar al gran Fiódor Dostoyevski (Moscú, 1821 – San Petersburgo,1881). Cómo llegué a sus libros es un misterio para mí, pero lo cierto es que cuando me aventuré a leer "Crimen y Castigo" viví una de las mejores experiencias delante de un libro.  El conocimiento del alma humana, el análisis de una época convulsa en pleno siglo XIX y, cómo no, el atormentado y genial personaje Rodion Raskolnikov son características fundamentales de esta obra maestra. No se me olvidará la escena (la recuerdo perfectamente, como si fuera una película) en la que el protagonista, que sólo estudió primero de derecho, que no trabajaba ni hacía nada más, se presentó ante un grupo de personas como “Raskolnikov, ex estudiante”; o esa par

Homeradicto

Lo confieso, no hay un personaje de ficción que me alegre más el día que Homer Simpson. Algunos ven un idiota bonachón que representa todos los cánones del estadounidense medio. Yo veo a un tipo que adapta la realidad a su mundo particular. Que quiere ser rockero, se hace rockero; que quiere ser hippy, pues no le hace falta convertirse mucho puesto que, en palabras de su hijo Bart, ya es sucio y demagogo. Cuando me pido una cerveza en algún bar, me acuerdo de la Duff y si veo a algún parroquiano colgado de la barra, de Lenny, Carl y Barnie. Que me hablan de jefes- empresarios sin escrúpulos, me viene a la cabeza el señor Burns y su aguileño rostro vampírico. Pero la cosa no queda aquí; que vemos corrupción en los periódicos, tenemos al alcalde Quimby, corruptus in extremis. Por no hablar de todo el abanico del colegio de Springfield con sus abusones, sus empollones y su director Skinner, parodia del malo de Psicosis y algún sargento antiguo del Vietnam. Capítulos como el del día en q

Leyendo "Kokoro" de Natsume Sōseki

Hace algunos meses tuve la suerte de encontrarme, como en otras ocasiones me ha pasado con otros autores, con el escritor japonés Natsume Sōseki (1867 - 1916). Lo conocí gracias a Sánchez Dragó, que le puso Soseki a su desaparecido gato y que ha publicado un libro con similar etiqueta como título. Sólo he leído por ahora una de sus joyas literarias, Kokoro, pero cada línea me ha impactado.  Kokoro, que significa corazón, sentimiento, narra la historia de un chaval joven, estudiante universitario, y su amistad con Sensei (‘maestro’ en japonés), un hombre taciturno apartado de la vida que guarda un estremecedor secreto. Cuántas veces me he acordado de cuando estudiaba en la universidad y cómo, al igual que el protagonista, debía volver al pueblo a visitar a mis padres y, también al igual que él, me suponía profundas reflexiones y a veces no tan profundas volver al que consideraba asfixiante entorno paterno. Son esos personajes con los que te identificas, con los que tienes mucho en comú
ROMANOS Estudiar sin pensar es inútil. Pensar sin estudiar, peligroso. (Confucio) En esta semana en la que parece que el fervor religioso sale disparado por los poros de la piel y empapa a cualquiera que se pase por las calles de alguna localidad española, en la televisión nos siguen deleitando con algunas películas de romanos de las que, reconozco, soy fan. Por la mañana pude reírme con las necedades de Nerón (Peter Ustinov) y su inexistente talento para las artes en el clásico Quo vadis?; además de deleitarme con el cinismo mordaz de su consejero Petronio (Leo Genn), mi personaje preferido en esta extensa película. Mediante la dialéctica se llevaba al majara emperador a su terreno; cuando no pudo ser así y se dio cuenta de que había perdido, reunió a sus más cercanos amigos para despedirse de esta vida. “No sólo hay que saber vivir, también hay que saber morir”, le dijo a su esclava, enamorada de él y futura heredera si no llega a ser porque prefirió suicidarse también. La figura d