Atención: SPOILER
“HER” es la típica película que me acerco a ver con
escepticismo, sin saber bien si me va a gustar o no, y que, cuando termina, un
nudo de conmoción me deja tocado.
Spike Jonze dirige con maestría una película sobre el amor
en tiempos de grandes avances tecnológicos, en esta época en la que nos
adentramos en una atmósfera dominada por
el ciberespacio y por los sentimientos conectados a la red.
Supuestamente ambientada en la ciudad de Los Ángeles, Theodor
(un genial Joaquin Phoenix) es un joven triste que trabaja escribiendo cartas
por encargo. Cartas de amor, cartas felicitando cumpleaños… Es a la vez muchas personas
y ninguna. Separado desde hace poco tiempo, Theo sueña
todavía con su exmujer, y siente como la soledad le va carcomiendo poco a poco.
Un día, nuestro protagonista ve un anuncio sobre un nuevo
sistema operativo pensado para emular personas. Los OS son tremendamente inteligentes,
avanzan por sí solos y pueden ser una gran compañía, así que Theo se compra uno
y comprueba que se hace llamar Samantha y que es tremendamente sensible ante lo
que va viviendo. Theo no tarda en intimar con esa voz femenina que escucha, que
no tiene cuerpo, que navega por el ciberespacio adquiriendo datos, que gestiona
la información que a Theo le interesa con la velocidad de un rayo. Al final,
termina enamorándose de ella.
Pero Samantha es una inteligencia superior, un ente que
busca trascender la materia y que consigue encontrar a miles de OS como ella.
Por eso mismo, Theo empieza a notar distanciamiento, y termina dándose cuenta de
que no va a volver a estar junto a ella.
Un amor tan puro me recuerda al concepto platónico y el
final, con un Theo despidiéndose de Samantha con un “jamás amé a nadie como te amé a ti”, no deja de ser una escena
desgarradora e incluso algo cómica: no sólo se enamora de un sistema operativo,
sino que incluso éste lo deja abandonado. Pero es que “HER” no es una película
de un loco que se enamora de un ordenador; va más allá, es una historia sobre
los sentimientos de la vida contada de forma muy original.
Eso sí, Theodore por fin consigue superar lo de su divorcio,
por lo que su relación con el OS supone, en resumidas cuentas, una verdadera
catarsis.
La estética, el movimiento de imágenes, los planos de una ciudad
nocturna llena de luces, los diálogos, la música, todo acompaña en esta
preciosa película. Cuando terminé de verla, fue como si una mano se adentrara
en el pecho y tocara ciertas fibras, porque me quedé como un boxeador en un
ring tras un directo en la mandíbula. Me encantó.
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