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El cazador de libros


Ya que carezco de talento para ser escritor o cineasta, ilusiones que se vislumbraban ya desde mi tierna infancia, me conformaría, por qué no, con dedicarme en cuerpo y alma a ser cazador de libros. Esta idea se me ocurrió tras la lectura de “ El club Dumas” de Arturo Pérez-Reverte, en el que su protagonista, Lucas Corso, se dedica al interesante trabajo de mercenario de libros o, lo que es lo mismo, a buscar cual detective se tratara todos aquellos encargos literarios que le podían dejar una buena suma de dinero.

Pero, claro, su trabajo se complica cuando sus búsquedas se ciñen a la obra “El vino de Anjou”, desaparecido capítulo número 42 de “Los tres mosqueteros”, y a otra obra de matiz demoníaco, “Las nueve puertas”, creada por Aristide Torchia en el siglo XVII, supuestamente ordenada por su señor Lucifer y que sirve para convocar la presencia del ángel caído. La obra de Alejandro Dumas rebosa fuerza e impregna toda la novela, surgiendo así un interesante amor por sus personajes (también se habla de su vida y de sus relaciones con los coautores de sus libros). El Manuscrito de “Las nueve puertas”, segundo libro en acción, da título a la película de Roman Polaski “La novena Puerta”, basada evidentemente en la novela de Reverte y en la que Johnny Deep hace de Lucas Corso.

El libro como pieza de coleccionista, de valor incalculable, lleno de vida e historia, emite un halo de romanticismo en estos años en los que las ediciones electrónicas se presentan como la alternativa al papel. Ataviado con su gabán, con un cigarrillo entre los dedos y una petaca de ginebra preparada para aliviar tensiones, Lucas Corso, el detective de libros, es uno de esos personajes que me entusiasmó en cuanto supe de su existencia literaria y cinematográfica. Me pregunto si habrán inventado una academia para formarse en el noble arte de ser cazador de libros.

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