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Leyendo "El señor de las moscas" de William Golding

Que el ser humano es menos civilizado de lo que nos creemos no hace falta que lo diga yo, sólo basta con seguir las noticias. Sin embargo, alguien puede decir que hemos evolucionado con respecto a la que pasaba por aquí hace dos mil años. Eran otros tiempos, lo que me hace pensar que el grado de civismo es relativo a las circunstancias que se vivan. Uno puede ser pacífico toda la vida hasta que, de golpe, explota. Basta que nos cambien de zona, de ambiente y nos pongan en tensión para que la parte animal se superponga. La televisión ha puesto de moda meter un montón de famosos en una isla para que la gente se ría de las penurias que pasan. En esto no me voy a parar mucho, pero nos retrata un poco esa dicotomía sádica entre irse a una isla a ganar dinero o partirse de risa y darle audiencia. Otra isla mucho más interesante es la Isla de “Lost”, a la que ya le dediqué un espacio. Hoy me centraré en uno de los libros de referencia de la serie: “El Señor de las moscas”, del escritor británico William Golding (1911-1993). 


 Un avión se estrella con un montón de niños ingleses como supervivientes. Como no saben bien qué hacer y en esos momentos de vacío existencial siempre se necesita alguien que mande y tome decisiones, eligen a un guaperas como líder para que los guíe. Su nombre es Ralph. A todo líder se le junta alguien muy inteligente, pero inútil en cualquier trabajo manual, a la vez que patoso y torpón en las labores básicas de supervivencia: ése es Piggy (cerdito). Aquí no acaba la cosa, a todo líder le surge el antilíder o, digamos, líder malo, violento, ávido de poder… Éste es Jack, representante de los cazadores. Entre las tensiones de la búsqueda de comida, agua y el miedo propio de los niños a vivir en la isla, se suma la incapacidad para ponerse de acuerdo a la hora de trabajar. Cada vez que Ralph toca la caracola, símbolo de “vamos a reunirnos”, todo el mundo está de acuerdo en la organización de las tareas pero, a los cinco minutos, cada uno se dedica a lo suyo, que no es otra cosa que no hacer nada. Muchas reuniones y poco trabajar es un lema que podría extenderse al sistema económico de la vida moderna. Evidentemente la cosa no pinta nada bien. 

 ¿Cómo nos las arreglaríamos para sobrevivir si no estamos acostumbrados a cooperar? La supervivencia animal se basa en la ley del más fuerte. Se supone que el ser humano vive por la existencia de la cooperación y la inteligencia, ¿o no?

(entrada actualizada el 26/01/2021) 

Comentarios

  1. Un clásico, que leí hace bastante tiempo ya.

    Supongo que, como a todos, me gustó mucho las reflexiones que trae acerca de cómo somos en realidad las personas cuando no hay civilización de por medio.

    Imprescindible.

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