Sí, reconozco ser un admirador de Bruce Lee, me gustan sus películas y sigo su filosofía desde hace tiempo. He admirado su capacidad de entrenamiento y sacrificio desde siempre. Entrenaba unas 8 horas diarias a un ritmo vertiginoso. Además, y cómo no, para los que somos bajitos, también es de tener en cuenta que una persona de 1,67 metros de altura y 59 kilos de peso provocara tanto respeto y fervor con sus técnicas. Bruce murió joven, con tan solo 33 años. Se fue el hombre, nació el mito, como se suele decir. De todas sus películas me quedo con “Operación Dragón”, su último rodaje, pues es de las más entretenidas, aunque la lucha contra Chuck Norris en el coliseo romano con la que concluye “El furor del dragón” es de resaltar como una de las escenas que han pasado a la posteridad en el cine de acción. Era el más rápido, algunos decían que el más fuerte pero, sobre todo, desarrolló su propia filosofía entroncando con el Tao, ya comentado con anterioridad en este Blog. “Be water my fri
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