Hacía tiempo que una película no me impresionaba tanto como “La vida de los otros” (2006), film ambientado en la República Democrática Alemana en la fecha de 1984. Dirigido por Florian Henckel von Donnersmarck, nos cuenta la historia de varias vidas que se verán cruzadas entre sí sin que la mayoría de ellas lo sepa.
A un agente de la Stasi, la agencia de inteligencia del país alemán dedicada a controlar, supervisar y examinar la vida de todo sospechoso de actividades antipatrióticas, se le ordena investigar a un famoso y reconocido dramaturgo. Aunque el artista no es sospechoso de nada -de hecho, es reconocido por su firme defensa del comunismo-, tiene un ligero problema: un ministro se ha encaprichado de su mujer, una famosa actriz de teatro. Cuando uno cree que la ideología y las grandes proclamas mueven el mundo ve cómo, al final, la Stasi tiene que hacer el trabajo sucio de eliminar competidores amorosos.
La casa del escritor está plagada de micrófonos y el agente de la Stasi escucha esa “vida de los otros”. Nuestro agente lleva una vida taciturna, marcada por el trabajo y por su fidelidad a la Stasi pero, poco a poco, se ve envuelto en la atmósfera del dramaturgo y su mujer. Se va identificando con ellos y, lo que es más importante, consigue darse cuenta de una situación cada vez más dramática: todo acabará mal. La vida correcta del escritor se tuerce cuando un amigo suyo, también artista, se suicida. El dramaturgo, entonces, dolido y apesadumbrado, decide escribir un artículo sobre el suicidio en la RDA, que sería considerado subversivo por las autoridades de este país. Un periodista de la parte occidental le facilita una máquina de escribir (para que la Stasi no sepa quién lo ha escrito, puesto que tiene controladas todas las máquinas de los escritores sospechosos) y un espacio en una revista para que el artículo sea publicado. Extrañamente, el agente de la Stasi no da cuenta de ello, manipula los informes de las escuchas, lo deja actuar.
Amor, confianza, tragedia, ideales, celos… son conceptos que vemos reflejados en esta fantástica película. El final, que no desvelaré, te da un vuelco al corazón. “La vida de los otros” es una película digna de ver y de obligada reflexión.
A un agente de la Stasi, la agencia de inteligencia del país alemán dedicada a controlar, supervisar y examinar la vida de todo sospechoso de actividades antipatrióticas, se le ordena investigar a un famoso y reconocido dramaturgo. Aunque el artista no es sospechoso de nada -de hecho, es reconocido por su firme defensa del comunismo-, tiene un ligero problema: un ministro se ha encaprichado de su mujer, una famosa actriz de teatro. Cuando uno cree que la ideología y las grandes proclamas mueven el mundo ve cómo, al final, la Stasi tiene que hacer el trabajo sucio de eliminar competidores amorosos.
La casa del escritor está plagada de micrófonos y el agente de la Stasi escucha esa “vida de los otros”. Nuestro agente lleva una vida taciturna, marcada por el trabajo y por su fidelidad a la Stasi pero, poco a poco, se ve envuelto en la atmósfera del dramaturgo y su mujer. Se va identificando con ellos y, lo que es más importante, consigue darse cuenta de una situación cada vez más dramática: todo acabará mal. La vida correcta del escritor se tuerce cuando un amigo suyo, también artista, se suicida. El dramaturgo, entonces, dolido y apesadumbrado, decide escribir un artículo sobre el suicidio en la RDA, que sería considerado subversivo por las autoridades de este país. Un periodista de la parte occidental le facilita una máquina de escribir (para que la Stasi no sepa quién lo ha escrito, puesto que tiene controladas todas las máquinas de los escritores sospechosos) y un espacio en una revista para que el artículo sea publicado. Extrañamente, el agente de la Stasi no da cuenta de ello, manipula los informes de las escuchas, lo deja actuar.
Amor, confianza, tragedia, ideales, celos… son conceptos que vemos reflejados en esta fantástica película. El final, que no desvelaré, te da un vuelco al corazón. “La vida de los otros” es una película digna de ver y de obligada reflexión.
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