Miguel Hernández Gilabert (Orihuela, 30 de octubre de 1910 – Alicante, 28 de marzo de 1942) fue el primer poeta que leí -o, por lo menos, del que tengo constancia- con la conciencia de la poesía comprometida y desgarradora. El poeta del pueblo, el poeta autodidacta, comprometido con la sociedad, que se vio morir en circunstancias calamitosas, encarcelado y ajado, con tan sólo 31 años. De todos los poemas que leí de él, hay dos que me impactaron. Uno, “Nanas de la cebolla”, dedicado a su hijo tras leer en una carta de su mujer que se alimentaba tan sólo de pan y cebolla. Otro, la “Elejía a Ramón Sijé”, un canto que te parte el alma ante la desaparición de un gran amigo. Os dejo este último para que disfrutéis de esa agradable sensación que te deja la tristeza mezclada con el arte, que te hace cómplice de los sentimientos de un gran poeta. “Elegía a Ramón Sijé” (En Orihuela, su pueblo y el mío, se me
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