Siempre vemos injusticias en el mundo; algunas por la televisión, otras en la calle. Ante el intento de protesta a veces nos quedamos mudos -puede pasar-, pero la pregunta concreta no es si hablaríamos para denunciar lo malo, sino si formaríamos parte de él.
En “Serpico” (1973), dirigida por Sydney Lumet (1924) y protagonizada por Al Pacino, un policía honrado de estética hippy se niega a cobrar los sobornos que reciben sus compañeros. Ante su actitud sólida, todos se vuelven en su contra. Ir contracorriente no coarta al agente Serpico y decide denunciar los hechos ante todas las instancias en las que puede, encontrando una actitud esquiva e inútil. Lo culpan de desleal cuando él sólo defiende la honradez. ¿Qué haríamos en su lugar?
Sin embargo, la película más famosa sobre la delación no es otra que “La ley del silencio” (1954), dirigida por el controvertido Elia Kazan (1909-2003). En esta obra maestra, con un Marlon Brando extraordinario como casi siempre, Kazan intentó justificarse tras denunciar a muchos de sus compañeros de profesión ante el comité de actividades norteamericanas, presidido por el senador ultraconservador McCarthy y que se dedicó a perseguir a supuestos comunistas infiltrados en el mundo del arte. Este apartado infame de la historia será conocido como “La caza de brujas”. De hecho, fue famoso el día en el que Elia Kazan recibió el Oscar honorífico en 1999 y muchos de los asistentes ni aplaudieron ni se levantaron. Aún así, esta película sobre los estribadores de los muelles neoyorkinos es una pieza magistral.
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