A veces uno quisiera irse del planeta Tierra, como hace tiempo ya escribió Ray Bradbury en “Crónicas marcianas”, obra maestra de la ciencia ficción en la que la gente, en plena década de los 50 y con el terror de una guerra nuclear encima, intentaba creer que podía viajar lejos, muy lejos. Pero también se imaginaba que vinieran visitantes del espacio. A veces malignos enemigos, como en la “Invasión de los ultracuerpos” (1956), dirigida por Don Siegel y en la que van apareciendo vainas que, en lugar de contener verduras, gestan copias idénticas a los seres humanos. La amenaza constante de la invasión por habitantes del planeta Marte (“rojo”, por cierto), se convirtió en una moda de la ciencia-ficción cinematográfica en la época del Macartismo. En “Ultimátum a la tierra” (1956), Robert Wise narra la visita de un extraterrestre (evidentemente, con forma humana) que se convierte en reclamo mundial, para luego concluir el film con un mensaje crítico con lo que están haciendo los humanos en
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