Al principio me acerqué a Murakami con la curiosidad de saber qué se escondía detrás de sus títulos. Cuando coges un libro que se llama “Kafka en la orilla”, u otro que se llama “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo”, bien merece intentar leer al que los ha escrito y, si al leerlo te entusiasma, bien merece dedicarle una reflexión. “Kafka en la orilla” habla de un chaval llamado, curiosamente, Kafka Tamura y de un hombre ya mayor, que no anda muy bien de la azotea, debido a un inexplicable incidente que ocurrió a un grupo de niños en la segunda guerra mundial. El nombre de éste es Nakata y, entre sus cualidades, se encuentra la de hablar con los gatos. Kafka Tamura huye de su casa, huye de su padre y se refugia en una biblioteca, rincón en el que todos los que amamos la literatura intentamos refugiarnos de la vida de vez en cuando. Además de leer empedernidamente, va al gimnasio (otro de los centros en los que me gusta perderme). En el libro se explica que Kafka significa ‘cue
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