Ver a Michael Keaton haciendo de director teatral depresivo,
obsesionado por tener éxito en Broadway, interesa. Pero si es dirigido por
Iñárritu, interesa aún más.
En esta última película del director mexicano, Keaton
encarna a Riggan Thomson, un actor que consiguió una inmensa fama interpretando
a Birdman, un héroe de acción seguido por millones de personas. Obsesionado por
salir del traje de superhéroe de fuegos de artificio, buscando así que se
admire su talento, Thompson se atreve a dirigir nada más y nada menos que una
obra escrita por Raymond Carver. El texto,
llamado “De qué hablo cuando hablo de amor”, nos plantea, como la película, la
necesidad que tienen los distintos personajes de ser queridos y respetados.
No sólo Thompson necesita ser respetado más allá de su
popular personaje. Dentro de su abanico de compañeros de la obra pasa
exactamente lo mismo. Keaton estará acompañado de Eduard Norton haciendo de un maleducado pero
talentoso actor, obsesionado por el realismo de sus interpretaciones; Naomi
Watts, que interpreta a una joven que
tuvo una relación con Norton, pero que anhela sobre todo triunfar en Broadway y
en la vida; y Andrea Louise Riseborough,
que encarna a la novia de Thompson, ignorada por éste en todos los sentidos. No
podemos tampoco olvidarnos de la hija de
Thompson, una antigua drogadicta asqueada del mundo que hace buenas migas con
Norton.
Pienso que “Birdman”
es eso, un montón de almas en pena
buscando el cariño de terceros. Amores imposibles o posibles, entrelazados en
un laberinto que tiene el teatro como escenario, nunca mejor dicho, principal.
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