“Hyperion”es un poema de John Keats que sirvió como título a una estupenda obra de ciencia ficción -fruto de la mente de Dan Simmons y convertida en un clásico del género- de la que he disfrutado mucho este verano.
Compuesta
a su vez por tres novelas, en esta primera entrega, varios peregrinos, cada uno
con una interesante historia a sus espaldas, viajan al planeta Hyperion. En
este lugar se encuentran las famosas Tumbas del Tiempo, centro sagrado de una extraña iglesia que rinde culto
a Alcaudón o, como es conocido por sus seguidores, “el señor del dolor”. Aquí, en medio de una guerra en ciernes contra
los éxters, los peregrinos deberán enfrentarse a uno de los mayores enigmas del
universo.
Homenajeando
a los cuentos de Canterbury y a la literatura en general -hay que señalar las
referencias a “Neuromante”, de donde extrae muchos conceptos, como el hielo
negro que refugia determinados datos en el ciberespacio, etc.-, Simmons construye una intensa novela en la
que hay lugar para el misterio, el amor, la acción, el misticismo, la religión,
el amor filial y muchas cosas más.
¿Qué
son en realidad las Tumbas del Tiempo? El Alcaudón, ¿es una criatura del futuro
que regresa para ajusticiar a los habitantes de
los distintos planetas que pertenecen a la hegemonía? Destrozada de por
vida, la vieja Tierra es cosa del pasado. Ahora, múltiples planetas se unen a
la hegemonía y se conectan por teleyectores. La inteligencia artificial está
separada de la humanidad y se encuentra
ligada al TecnoNúcelo, y lo que es más interesante, sus miembros también están interesados en investigar a Hyperion y
el misterio de las Tumbas. ¿A qué se debe?
Con
respecto a los personajes, tenemos a los siguientes: un poeta, un religioso, un
cónsul, un investigador científico y su hija, una detective, un militar y un
miembro de la hermandad templaria. A mí, personalmente, me han impactado las historias
-por su componente poético y a la vez
dramático- tanto de la detective como la del investigador. Pero cada uno de los
peregrinos tiene algo que no dejará a nadie indiferente.
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