Llevaba tiempo con ganas de hincarle el
diente a la película “Shutter Island” ,
dirigida por el genial Martin Scorsese
y protagonizada por Leonardo DiCaprio.
Aunque me acerqué a este film con reservas, desde el primer momento me cautivó,
enganchándome sin compasión hasta que vi los títulos de crédito aparecer por la
pantalla.
Dos agentes de policía, un sobrio y enfermizo Di Caprio y su nuevo compañero, se acercan a “Shutter Island”, una isla que sirve de plataforma para una mezcla de cárcel y manicomio cuya función es internar a personas muy peligrosas con graves desequilibrios mentales. El motivo de la visita de los agentes es la inexplicable desaparición de una de las pacientes. Estaba recluida en la habitación y, de golpe, se esfumó. Sin ropa ni zapatos, nadie explica cómo fue posible su huida.
Dos agentes de policía, un sobrio y enfermizo Di Caprio y su nuevo compañero, se acercan a “Shutter Island”, una isla que sirve de plataforma para una mezcla de cárcel y manicomio cuya función es internar a personas muy peligrosas con graves desequilibrios mentales. El motivo de la visita de los agentes es la inexplicable desaparición de una de las pacientes. Estaba recluida en la habitación y, de golpe, se esfumó. Sin ropa ni zapatos, nadie explica cómo fue posible su huida.
En el momento que los policías ponen el pie
en la isla, el espectador se ve envuelto
en una nebulosa misteriosa, angustiosa, que propone un juego de suspense
muy inteligentemente llevado. Te dices a ti mismo, o, por lo menos, yo lo hice:
“aquí pasa algo muy raro”.
Rodeado
de policías, trabajadores y pacientes, encontramos, en lo más alto de la cúspide jerárquica , a un
médico jefe y promotor de “Shutter Island”, un doctor protagonizado por Ben Kingsley,
que tiene un concepto distinto de la psiquiatría: hay que
llegar al centro del dolor, al problema, para poder curar.
La cárcel-sanatorio mental de la isla se
divide en tres edificios. Cada uno se
convierte en un laberinto y cada laberinto, si eres capaz de salir de él y te mueves por la isla, te llevará inexorablemente hacia unos
acantilados con una pinta bastante homicida.
Mientras se desarrolla la investigación, el
joven DiCarprio tiene extraños sueños en los que aparece su mujer, fallecida en trágicas circunstancias.
En estos sueños, como si fueran extraídos de un film de David Lynch, su esposa le da pistas sobre lo que está pasando. ¿Ha desaparecido la paciente o la han hecho
desaparecer? ¿Están experimentando con todos? ¿Quién es realmente su nuevo
compañero? Poco a poco el desasosiego va apoderándose del policía, entrando en
una tela de araña de conspiraciones y paranoia cada vez más turbulento. Pero,
además, es importante señalar los miedos
y dramas personales que el protagonista ha vivido y vive y que van
apareciendo sutilmente a lo largo del film, convirtiéndose todos ellos en una pieza clave para entender el camino hacia lo que al final
será la verdad.
“Shutter Island” no sólo me recuerda el cine de
Lynch, sino que es imposible no acordarse también del clásico “El Gabinete deldoctor Caligari”. No diré por
qué, puesto que muchos no la habréis visto; pero los que sí, seguro que
caísteis en lo mismo que yo.
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