Entre
el lunes 9 de julio y el miércoles 12 del mismo mes estuve vagando, con rumbo
fijo, por las calles de la increíble ciudad de Viena. Hospedados en un hotel
relativamente cercano al centro, pudimos disfrutar de una ciudad que combina
bien la atmósfera de la que en otros tiempos fue la capital del imperio
Austro-húngaro con el reflejo de la música
clásica y sus famosos compositores
(entre los que cabe destacar a Mozart), sin olvidar el aire moderno y
transgresor del arte contemporáneo, representado con maestría por la obra del
pintor Gustav Klimt.
La
tarde que llegamos sólo pudimos pasear por un radio no muy extenso. Nos acercamos
al “Museums Quartier” o barrio de los museos. Este complejo es un recinto en el
que se encuentran varios museos de diversa índole. En el patio o zona común a
todos los edificios, podemos sentarnos en unos ingeniosos y coloridos bancos o
degustar un tentempié en alguno de los bares que existen.
Luego,
nos adentramos en la zona de “Spitelberg”, una pequeña área peatonal llena de
locales para comer y beber. Nos sentamos en una terraza para disfrutar de un estupendo “cordon bleu”
con patatas fritas y degustar una genial cerveza. Esa misma noche, una tormenta
irrumpió en la genial velada y tuvimos que salir corriendo de la terraza hacia
el interior del restaurante. Cabe destacar, una vez llegada la hora del café, que en Viena se suele servir
en una bandeja con un vaso de agua. Yo me pedí un “Melange”, que es algo que se
encuentra entre el café con leche y el capuccino. Os sonará el término, puesto
que se refleja en “ Dune” - una fantásticaobra de ciencia ficción producto del escritor austriaco Frank Herbert -, no
como café, sino como elixir curativo.
Al día
siguiente, nos pasamos por la catedral, la “Stephansdom”, sorteando en sus
puertas a innumerables personas vestidas al estilo “Mozart”, que
intentaban darnos publicidad sobre
actuaciones y locales de interés. Luego
estuvimos callejeando por un casco antiguo atiborrado de cafés y gente.
El paseo
era imparable, así que nos dirigimos hacia el “Hofburg”, que fue el hogar de
los Habsburgo durante seis siglos. Decidimos adentrarnos en las antiguas estancias de “Sisí emperatriz”, un recopilatorio de
información y propiedades que pertenecieron a los emperadores. No llegamos a entrar en la
famosísima escuela española de equitación pero, por el número de caballos, nos
dimos cuenta rápido de que no estábamos lejos. A continuación, seguimos
paseando para ver el parlamento y el ayuntamiento. Tras el almuerzo, decidimos
entrar en el “Albertina Museum”. En este museo de arte contemporáneo se
exhibían obras de Picasso, Monet, Katz, entre otros muchos.
El
tercer día decidimos pasarnos por el palacio “Belvedere”, donde se exponían
cuadros de Gustav Klimt. Por el camino,
decidimos adentrarnos en el laberíntico e interesante mundo del “Naschmarkt”,
un mercado en el que puedes comprar desde comida hasta flores y camisetas de
Viena. Ofrece un ambiente muy diverso. Es difícil no encontrar aquí algo para
comprar.
Como decía,
nos adentramos en Belvedere para ver la obra de Klimt. Aunque era escéptico
sobre lo que me iba a encontrar, ver el cuadro de “El beso” fue una de esas
grandes experiencias que sólo te produce contemplar una obra de arte. En una
habitación oscura, el cuadro del pintor austriaco llenaba toda la sala gracias
a sus tonos dorados; resaltaba como si fuera una estrella en medio de un
universo sin ninguna luz. La pareja que pintó klimt, que no sé si está tumbada
o de pie, trasmite ternura y emoción, llegando a impactar desde el primer
vistazo.
Desde
el palacio de Belvedere nos trasladamos a “Schloss Schönbrunn”. Este palacio residencial de la familia imperial es un
impresionante recinto al que no entramos, pero visitamos todos los jardines que
lo rodean -zoo incluido- en uno de esos trenes turísticos que tanto éxito tienen.
Para que os hagáis una idea de la extensión del recinto, el recorrido duró una
hora.
Es difícil
resumir todo un viaje a Viena en pocas palabras pero, a grandes rasgos, espero
haber trasmitido de forma condensada todo lo que se puede ver en la capital
austriaca.
El cuarto
día de viaje, jueves 12 de Julio, cogimos un tren para dirigirnos a una ciudad
mágica e increíble: Praga. Pero eso ya es materia para la próxima entrada.
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