Primer día. Sábado 12
de agosto
El sábado 12 de agosto, a las 4:45 de la madrugada, cogimos un
vuelo desde Málaga con dirección a Roma, la ciudad eterna. No habíamos dormido y
yo temía llegar a Roma como un zombi y deambular por la que otrora fue la ciudad más importante del mundo sin enterarme de nada, pero no fue así.
Nos recogieron en un coche un tanto destartalado -habíamos
contratado el desplazamiento, pero nos sorprendió lo mal que estaba el automóvil-, que
compartimos con otra pareja. Nos bajamos en nuestro hotel, situado en pleno
centro de Roma, en la calle Corso Vittorio Emanuele II. Tras parlotear en una
mezcla de español e italiano con el chico de la recepción, dejamos nuestros
bártulos y nos fuimos pitando a ver Roma. Primera parada: el Panteón de Agripa.
El Panteón, o templo romano de todos los dioses, fue
iniciado entre el 27 y 25 a.c por Agripa, yerno del que fue primer emperador de
Roma, Augusto. Pero fue entre el 118 y
el 125 cuando Adriano construyó un nuevo Panteón reemplazando al anterior,
dándole así la forma que perdura hasta la actualidad. Dentro de sus muros
podemos observar una cúpula de 43 metros de altura por otros 43,3 metros de anchura,
además de un orificio superior llamado oculus, por el que entra no solo la luz, sino
también la lluvia.
Además de todo lo anterior, en el Panteón puede verse la
tumba del pintor Rafael.
Tras disfrutar del Panteón sin apenas gente -sobre las 9:30
de la mañana estaba prácticamente desierto-, decidimos seguir paseando y
dirigirnos, con paso firme, hacia Piazza
Navona. Esta plaza es un espacio barroco muy bello que, en tiempos del emperador
Domiciano, fue un estadio para albergar competiciones de atletas. En el centro
de la plaza existe una bella fuente, la Fontana dei quatro Fiumi, una obra
magistral de Bernini construida para el Papa Inocencio X e inaugurada en 1651. Está constituida por
cuatro gigantes que simbolizan los cuatros mayores ríos conocidos en la época.
A saber: Ganges, Danubio, Nilo y de la Plata.
Como llevábamos toda la mañana dando vueltas, sobre las 12:30
decidimos pararnos a comer en una pizzería cercana a Piazza
Navona. Ya tenía curiosidad por saber cómo era la pasta en Italia. Probé una
pizza de atún y una lasaña y, aunque la pizza me gustó, la lasaña estaba aún mejor.
A las 14:00 teníamos una visita guiada a los Museos Vaticanos,
así que echamos a andar para dirigirnos a nuestro destino.
El Vaticano
Teníamos concertada una visita guiada al Vaticano a las
14.00 con una plataforma de la cual tenemos una muy buena experiencia, Civitatis. Nuestro guía,
que respondía al nombre de Ignacio, era un joven muy agradable y con una vasta
cultura que, sin duda alguna, convirtió nuestra visita en algo mejor si cabía.
De la visita al Vaticano me quedo con la cúpula de San Pedro,
inmensa y bellísima y, como no podía ser de otra forma, con la Capilla Sixtina.
Llegar a esta y observar la obra de de Miguel Ángel es una experiencia única.
Apretado entre ríos inmensos de personas, llegas, como si te llevaran en
volandas, a una sala en la que tienes que buscar un minúsculo hueco para poder
alzar la vista y ver esa inmensa obra. Tuvimos suerte de que Ignacio nos había contado antes –en su interior no se puede hablar- las principales características de la
Capilla, sobre todo del fresco del ábside en el que Miguel Ángel pinta el
Juicio Final (o, por lo menos, su visión de este).
Es evidente que, una vez que te explican toda la simbología,
eres capaz de disfrutar mucho más de la obra. Pero, claro, los agentes de
seguridad gritando que no se podía hacer fotos
ni hablar mezclados con la multitud dificultaban sumergirte en los misterios de
tanta belleza.
La cúpula de San Pedro, dentro de esa inmensa Iglesia del
Vaticano, te deja pasmado. Estás en el centro de la Cristiandad, área que
durante siglos fue de una inmensa importancia en Occidente y que al día de hoy,
para millones de personas, sigue siendo un símbolo crucial.
Ignacio también nos contó cómo se están restaurando muchas obras
y edificios de Roma, realizados con un tipo de piedra llamada travertino. Esta
piedra es muy porosa, por lo que se suele ensuciar
mucho debido a la contaminación. Atención: no es mármol.
Tras la visita guiada de tres horas, unas fotos en la plaza
de San Pedro y vuelta al hotel dando un paseo.
Segundo día. Domingo
13 de agosto.
El segundo día de nuestra estancia en Roma estaba reservado
a otra visita guiada, esta vez a través del Foro, el Palatino y el Coliseo.
Al salir del hotel pasamos por delante del monumento a Víctor Manuel II, una colosal obra dedicada
al padre de la patria italiana.
La visita guiada arrancó a las puertas del Coliseo, justo en
frente, en una boca de metro junto a un kiosco. Nuestra guía, Rosana, también
fue una genial ayuda para entender lo que supuso la antigua Roma. Otro 10.
Como os decía, arrancamos en el Coliseo y fuimos al Foro.
Aunque había leído algo sobre la Antigua Roma para documentarme antes del
viaje, desde luego, si no es por Rosana, hubiera sido difícil tomar conciencia
de lo que estábamos viendo dentro del Foro. Que si la Vía Sacra, que si el
Templo de Vesta, que si el Arco de Septimio Severo, que si el Arco de Tito, que
si la sede del Senado… En fin, todo un testigo -el foro- de la grandeza de
Roma. Con multitud de anécdotas, os recomiendo que, o bien os preparéis mucho
la historia de Roma para disfrutar del foro, o bien, sin quitar lo anterior, se
contrate una visita guiada. Por cierto, con las visitas guiadas evitas colas,
algo muy común en Roma para entrar en cualquier museo.
Tras el Foro y el Palatino fuimos directos al Coliseo. Lo que otrora se conociera como la Arena,
luego como el Anfiteatro Flavio (se construyó entre los años 70-72 por orden del
emperador Vespasiano Flavio) y, por último, como Coliseo es un edificio
imponente. Más de un millón de personas murieron en su interior para divertir a la
ciudad de Roma. Cuando entras te imaginas lo que sería, ante unas cincuenta mil personas, luchar por tu vida contra otros
gladiadores o fieras salvajes. Si un gladiador perdía, según nos contaba la
guía, el público levantaba el pulgar gritando “mite, mite” (“déjale ir, déjale
ir”), que significaba que el Emperador debía perdonarle la vida. Para que
veamos que el pulgar de Facebook no es tan original. Por el contrario, si querían que muriera, con su pulgar señalaban el cuello mostrando
cómo debían darle muerte, con una punzada en dicha parte del cuerpo. Entonces el Emperador se
levantaba y, si mostraba el puño, significaba que se le perdonaba la vida; si
mostraba la mano abierta, debía morir (nada de bajar el pulgar como nos han
contado en las películas).
El Coliseo está bastante tocado. Muy arruinado como
consecuencia del saqueo y de un terremoto, no es ni mucho menos lo que fue.
Nos comimos una pizza y pasta cerca del Coliseo, muy
cerca también de la Basílica de San
Pietro in Vincoli, donde iríamos a las 15:30. En esta Basílica se puede
disfrutar de la inmensa escultura de Moisés realizada por Miguel Ángel. También se aloja aquí una reliquia: las
cadenas con las que supuestamente se ató a San Pedro, de ahí el nombre de la
iglesia.
Una vez visto el Moisés, nuestra idea era hacernos una foto en la Bocca de la Veritá. Para ello,
nos dimos una buena caminata pasando por el Circo Máximo (en el que solo ves
un páramo) para llegar a la iglesia
donde se encuentra lo que buscábamos.Pero la inmensa cola nos quitó las ganas. Además, hacía
un calor desesperante, así que decidimos irnos.
Por el camino visitamos el Campo de Fiori, una bella plaza que aloja un famoso mercadillo que, a la hora a la que pasamos, estaban recogiendo. Nos fuimos un rato al hotel, descansamos una media hora y
nos decidimos a plantarnos en la Fontana
di Trevi.
Nuestro paseo nos llevó de nuevo al Panteón, que teníamos
ganas de volver a ver. Luego nos dirigimos a la Fontana di Trevi. Cuando llegas y ves la cantidad de gente, te abrumas; pero cuando ves la fuente, te
abrumas aún más.
Lo más curioso de la Fontana es que varios policías estaban,
silbato en mano, regañando a los turistas para que no se sentaran justo en el
borde de la fuente. Desde luego, no puede haber un trabajo más estresante que
ese.
Tras la Fontana, nos animamos a ir a Piazza di Spagna. La escalinata y su interesante fuente son, sin lugar a dudas, lo más emblemático.
A pesar del calor, subimos las escaleras para tener una panóramica del lugar. Por si os interesa, la casa museo de
John Keats está justo en la plaza.
Tras varios paseos esquivando oleadas de personas,
terminamos en la Piazza di Popolo.
Es una gran plaza oval, con dos fachadas de estilo neoclásico a cada lado y un
gran obelisco en el centro. Allí estuvimos un rato sentados intentando coger
fuerzas para regresar al hotel.
Tercer día: lunes 14
de agosto
Por la mañana
temprano aprovechamos para ir a los Museos Capitolinos. Teníamos ganas de ver obras interesantes,
como la Loba capitolina, el Espinario, el Gálata moribundo,
la estatua ecuestre de Marco Aurelio, entre otras.
Lo que tampoco hay que perderse son las increíbles vistas que
del Foro hay desde el museo, dignas de ser apreciadas.
Como terminamos relativamente temprano, echamos a andar
hacia Trastevere. Este es un
interesantísimo y bello barrio en cuyas calles merece la pena perderse, Para llegar, cruzamos el ponte Cestio,
ya que teníamos ganas de a travesar la Isola
tiberina. Una vez en el barrio, visitamos la iglesia de Santa María in Trastevere. Lo que
más me gustó fue su ábside, un bello mosaico con la coronación de la Virgen
(siglo XII).
Como en nuestra estancia en Italia adoptamos horarios de
comida muy tempraneros, nos dirigimos a comernos una pizza, con masa fina y
bastante rica.
Tarde
Bastante cansados de caminar tanto, y muy contentos por
Roma , afrontamos nuestra última tarde en la ciudad eterna volviendo a visitar la Fontana di Trevi, Piazza di Spagna y
Piazza Di Popolo. También pasamos por el museo en el que se encuentra el Ara
Pacis, el altar de la paz Augusta. Como tiene paredes
trasparentes pudimos ver algo, pero sinceramente no nos animamos a entrar para
disfrutar más de sus detalles.
Al día siguiente salíamos para Florencia, pero, aún allí,
en nuestro último día en Roma, un
entramado de tristeza y alegría nos acariciaba en cada paso que dábamos por las
calles.
Cuarto día. Martes 15 de agosto: directos a Florencia
Cuarto día. Martes 15 de agosto: directos a Florencia
Cogimos el tren a eso de las 10:00 de la mañana y, en
alrededor de hora y media, a una media de 250 km por hora, llegamos a Florencia.
Nos bajamos en la estación Santa María Novella, llamada así porque, obviamente, se encuentra muy cercana de la famosa iglesia que lleva ese nombre. Ya desde esta plaza empezamos a sorprendernos
de la belleza de Florencia. Nuestro Hotel estaba muy cerca y, al ser céntrico,
nos permitió movernos con libertad por toda la ciudad.
Lo primero que hicimos fue ir a ver, por fuera, la catedral
de Santa María dei Fiori (o Duomo en
italiano; de hecho, la plaza donde se ubica se llama Piazza del Duomo). Ver
esas paredes de mármol ya te impacta, pero la cúpula de Brunelleschi te deja perplejo.
La fachada es
impresionante y, justo en frente, encontramos el baptisterio de San Juan, un
hermoso edificio con magníficas puertas. Una de ellas, la Puerta del paraíso,
diseñada por Ghiberti, es, sin lugar a dudas, uno de los imanes más atrayentes
del Baptisterio. No obstante, la puerta que está en la calle es una réplica; la
original, desde unas inundaciones que acaecieron en Florencia en 1966, están a
buen recaudo en el museo del Duomo.
Tras comer más
pasta en un restaurante llamado Dante y Beatrice, decidimos ir a la Santa Croce, aunque no nos esperaba el síndrome
de Stendhal, sino un calor insoportable.
La basílica de Santa Croce me impactó, como no podía ser de otra manera, pero me
dejó más atónito la cantidad de gente que está enterrada ahí. Como personajes
famosos destacaría a Miguel Ángel y Maquiavelo,
pero seguramente muchas de las lápidas respondían a nombres que, en su día,
fueron acaudalados e importantes personajes de la ciudad toscana.
Tras visitar la capilla de los Pazzi, casi de forma accidental, llegamos a la entrada de un
taller de productos de cuero: Scuola del Cuoio. Es curioso porque ese mismo taller lo vi,
semanas antes, en un interesante documental sobre Florencia. Merece la pena
indagar dentro, quizás haya algún producto interesante.
Ya más tarde, atravesamos el Ponte Vecchio, una maravilla arquitectónica muy concurrida, y nos
dirigimos a la Piazza Michelangelo.
La subida te deja exhausto y no está
recomendada para personas con problemas de salud y vagos insalvables. Pero eso
sí, las vistas de la ciudad son magníficas y, como muchas veces pasa, el
esfuerzo merece la pena.
Quinto día. Miércoles
16 de agosto.
El miércoles teníamos prevista una visita guiada de seis
horas, que abarcaba la entrada a la Galería
de la Academia, un paseo por el centro de Florencia, una visita al Puente
Vecchio para terminar disfrutando de
Uffizi.
Arrancamos sobre las 11 de la mañana desde las puertas de la
Galería de la Academia. Lo más significativo de la Academia es el David de Miguel Ángel, una estatua
magnífica de más de cinco metros de altura. Miguel Ángel concibió a David
justo antes de tirar su piedra contra Goliat. Lo presentó en tensión, dudando
si acertaría o no. La definición de los
músculos es increíble y viene explicada por el profundo conocimiento que tenía
el artista de la anatomía humana (llegó a estudiar incluso cadáveres).
Miguel Ángel, según nos contaba nuestra guía, no terminó
apenas ninguna obra escultórica que iniciaba. Su perfeccionismo le hacía
tremendamente exigente. Además, nunca hacía moldes de yeso. Para Miguel Ángel
la obra estaba dentro del bloque de mármol, y él, como si fuera una comadrona,
la hacía salir.
Tras salir de la Academia paramos para comer. Un trozo de pizza, un poco de agua, un refresco al que nos invitaron en el Hard Rock café de Florencia y vuelta a nuestro paseo. Como no podía ser de otra manera, la historia
de Florencia está muy ligada a las tramas y las conspiraciones de familias como
los Medici y los Pazzi. Pero como se ha escrito mucho sobre estas
guerras, mejor nos adentramos en el resto de la visita, Uffizi.
En esta galería, uno de los museos más visitados de Italia,
pudimos disfrutar de El nacimiento de
venus, La primavera, ambos de Boticelli, o del Retrato de los duques de Urbino, un interesante cuadro cuya mujer sirvió de modelo para el pintor ya muerta.
Una vez terminamos de Ufizzi, volvimos al ponte Vecchio, a
perdernos por las calles de Florencia y a disfrutar una vez más de la
majestuosa catedral.
Sexto día. Jueves 17
de agosto
El regreso, lleno de tristeza por lo bueno que había sido el
viaje, fue rápido. Un avión nos llevó de Florencia a Roma y de vuelta a Málaga. Os
engañaría si no os dijera que este viaje ha supuesto un antes y un después.
Sumergido en varias lecturas sobre los romanos, viajar a la ciudad eterna y a
Florencia ha hecho renacer en mí una antigua pasión por la Historia, enterrada durante
muchos años a base de dedicarme solo a lo que, supuestamente, era lo más
pragmático para mi vida profesional. Gracias, Roma. Gracias, Florencia.
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