Si os digo la verdad, llevo bastante tiempo sin sumergirme en
el maravilloso mundo del cómic. He decidido retomar esta afición y que no vuelva
a pasar. Para ello, qué mejor idea que disfrutar de Frank Miller y de mi
superhéroe favorito, Batman.
En “El regreso delcaballero oscuro” (publicado por primera vez en 1986), Miller nos presenta a un Batman envejecido y decadente. Bruce
Wayne es un cincuentón con achaques que parece que está al borde de la
jubilación, en el mejor de los casos, o del ataque cardiaco por estrés, en el
peor. Sin embargo, Gotham es una ciudad inmersa en la delincuencia y el caos y
el amigo enmascarado se verá en la obligación de volver.
El cómic se publicó en una década, la de los 80 del siglo
XX, en la que la violencia parecía ser
una preocupación absoluta. El gobierno de Reagan planteó que los principales problemas
eran, desde el exterior, la URSS y, desde el interior, el auge de una delincuencia
que hacía peligrar los valores y la
convivencia en el país del Tío Sam. Miller va desarrollando a lo largo del cómic
un debate a través de sus personajes sobre si Batman es una buena herramienta
para luchar contra el crimen o, por el contrario, es un pésimo ejemplo. ¿Dónde
está el límite para nuestro superhéroe? ¿Es ángel o demonio? La ambigüedad
moral de Batman lo llevará a ser un polémico icono, de tal forma que se verá
enfrentado a otro de esos personajes míticos de DC, Superman. Este debate, nos
contará Miller en el prólogo, no es otro que el reflejo de las controversias
típicas acerca de que, por ejemplo, la violencia en el cómic (o en el cine, por
poner otro caso) es un mal ejemplo para nuestros tiernos e inocentes jovenzuelos.

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