Este verano he estado disfrutando de la sensacional serie Mad Men. Ambientada en los años 60, Mad Men nos cuenta las aventuras de unos
empleados en una agencia de publicidad que tiene su sede en el centro de Nueva
York. Su protagonista, el chulazo Don Draper (interpretado por Jon Hamm) es un
director creativo fumador, bebedor y mujeriego pero con un talento sensacional
para la publicidad. Casado con Betty, una joven exmodelo que tiene tres hijos
con él, terminará por divorciarse, pero antes vivirá ciertos episodios de bastante
interés.
Sin poder contenerse, Draper andará buscando constantemente algo
que no encuentra ni en una botella, ni en un viaje, ni en el regazo de una mujer.
Solo escapar, escapar de su pasado y buscar una nueva identidad.
Pero hay más personajes: Peggy Olson, una joven secretaria
que terminará de redactora; Pete Campbell, ejecutivo de cuentas con ambiciones
manifiestas; Roger Sterling, codueño de Sterling and Cooper, la agencia de publicidad
en la que trabajan todos, un viejo muy cachondo que convierte cualquier reunión
en una juerga; o Joan Holloway, una explosiva secretaria con un talento para la
organización y la dirección no muy generalizado entre los empleados de la
agencia. Eso sí, aparecerán más protagonistas que harán la serie mucho
más amena.
En un contexto marcado por la Guerra de Vietnam, el
asesinato de Kennedy, la incorporación de la mujer al trabajo, el hippismo, el
sexismo y el machismo (estos últimos todavía presentes) y las típicas
depresiones de la sociedad del bienestar proyectadas en miembros de la media y
alta clase de Nueva York, Mad Men es
una serie llena de alcohol, buena música, humo de tabaco y garitos que se han
ido perdiendo en el tiempo. Trajes y corbatas y eslóganes que quieren vender productos,
a la vez que Don Draper, que oculta un secreto fatal, vive también de mentiras
y estrategias en busca de la felicidad. Él mismo es un producto que empieza a
desvanecerse pero que renace cual ave fénix.
Al final, tras siete temporadas, el último capítulo nos
presentará a unos protagonistas que consiguen lo que quieren. Estatus, amor,
felicidad… incluso alguna noticia trágica que, al fin y al cabo, también
expresa los deseos de quien la vive. Una serie que es todo un lujo y cuyo final
te deja esa típica sensación de melancolía por no poder seguir disfrutando de
sus aventuras.
Comentarios
Publicar un comentario