Publicado también en mi blog Politólogo en red.
Estoy aprovechando el verano para releer clásicos de la
ciencia ficción, un género bastante interesante al que me gusta volver de vez
en cuando. En esta ocasión, me he sumergido de nuevo en el tenebroso mundo
ideado por George Orwell en su fantástica novela “1984”.
“1984” nos retrata un mundo totalitario, una sociedad
controlada por el “Partido” y cuyo líder supremo, el Gran hermano, vigila con
tenacidad todos los movimientos de la población. El mundo está dividido en tres
superestados: Oceanía, Asia oriental y
Eurasia. El primero abarcaría las islas británicas, América, Australasia,
las islas atlánticas y África meridional. Eurasia contiene a Rusia y toda la
masa terrestre europea y asiática, desde Portugal hasta el estrecho de Bering.
Asia Oriental comprendería China y aquellos países que están al sur de éste,
como Japón, además de una importante porción de Mongolia.
Los tres superestados siempre están en guerra. Nadie puede
ganar, pero eso no es importante. La guerra es un mecanismo para dedicar
recursos laborales, tecnológicos y económicos que, de otra forma, irían
orientados a buscar la igualdad humana, aspecto que la jerarquía del partido, o
la casta, no puede permitir. La guerra permanente crea un estado de excepción
en el que se anulan las libertades y cualquiera puede ser acusado de traidor.
En Oceanía vivirá nuestro protagonista, Winston Smith, un
miembro del partido que empieza a dudar de todo lo que le rodea. Winston trabaja
en el Ministerio de la Verdad, dedicado a las noticias que el Partido quiere
que salgan, así como de su manipulación, la invención de acontecimientos pasados
que nunca ocurrieron y la propaganda. También tendríamos el Ministerio de la
paz, que se dedica a la guerra; el Ministerio del Amor, encargado de mantener
la ley y el orden incluso con métodos bastante crueles; y el Ministerio de la
abundancia, encargado de los asuntos económicos. Como podéis ver, los nombres de
los ministerios nos evocan un mundo totalmente contrario a lo que realmente hacen.
Donde hablamos de verdad queremos decir mentira, Amor es violencia inhumana y
abundancia es la gestión de la escasez.
El mundo de Winston Smith es un escenario en el que nadie se
puede fiar de nadie. Apagando el día a día con ginebra mala y tabaco de ínfima
calidad, todo está plagado de “telepantallas” que observan, mientras el Partido
repite de forma atosigante sus grandes lemas:
LA GUERRA ES LA PAZ
LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD
LA IGNORANCIA ES LA FUERZA
No sólo hay un control de lo que se hace, sino que también
existe una policía del pensamiento. Si te distraes, puedes ser acusado de
“crimental”.
El Partido dedica grandes recursos a inventarse una nueva lengua,
la Neolengua, en la que el número de
palabras y conceptos se ve reducido a marchas forzadas. Palabras como libertad están desapareciendo; la
censura pretende que el modo de pensar de las personas se reduzca cada vez
más y, para ello, hay que limitarlas.
Pero Winston tiene recuerdos, leves, de hace muchos años.
Sospecha cómo el Partido manipula la historia. Un día están en guerra con
Eurasia y a los dos meses están en guerra con Asia Oriental y Eurasia es el
gran enemigo. El pasado es reescrito constantemente y Winston quieres saber lo
que existía antes de la Revolución, antes de que el partido impusiera su
ideología, el Ingsoc, creando un
proyecto político tremendamente delirante.
Winston, diariamente, es partícipe de los minutos del Odio,
en el que todo el mundo está obligado a ver en una pantalla a Goldstein, el
gran enemigo de la patria y el traidor supremo. Supuestamente, Goldstein dirige
una hermandad, un grupo de personas que se han rebelado contra el Gran Hermano
y, por tanto, deben ser odiadas con esmero por toda la población. Son los
enemigos del pueblo, aunque luchen por la libertad. Hay que aclarar que el
Partido sólo representa a una minoría, pues el 85% de la población son
“Proles”, una masa de personas que sobreviven como pueden y que no son tenidas en
cuenta por los dirigentes.
Nuestro protagonista, que comienza un diario y que odia al
Gran hermano, conoce a Julia. Ésta es, a primera vista, una ortodoxa del partido,
una fanática de la Revolución que es capaz de cualquier cosa. Sin embargo, todo
resulta falso, pues la joven aprovecha su posición para vivir mejor, conseguir
buenos productos de contrabando y entablar relaciones amorosas con quien
quiere. Smith y Julia inician un idilio, pero Winston quiere luchar contra el
Partido en todos los frentes, no convertirse sólo en una persona que sobrevive
aprovechando la hipocresía y las fisuras de un régimen totalitario.
Al Partido sólo le interesa el poder por el poder. Y el
poder se basa en el miedo. El terror de la población en el mundo expuesto por
Orwell, que recoge muy bien lo que funcionó durante el nazismo y el estalinismo,
es lo que cohesiona a la población en torno al Estado. Es el miedo a ser
reprimido sin saber por qué. Es el pavor a ser “vaporizado”, purgado, a pesar de haber sido un gran seguidor del Partido.
Cualquier pensamiento, cualquier sentimiento puede ser tildado de antirrevolucionario. Los niños
acusan a sus padres, los padres venden a sus hijos con tal de no sufrir la
tortura. Todos están condenados a querer al Gran Hermano.
Hay tres libros, en
mi opinión, que creo esenciales para
entender el totalitarismo: El miedo a laLibertad de Erich Fromm, Los orígenesdel Totalitarismo de Hanna Arendt y 1984.
No nos debe confundir el hecho de que sea ficción lo que cuenta Orwell, pues en
sus páginas se encuentra un análisis pormenorizado de cómo funcionaba el
totalitarismo llevado al extremo, anulando al individuo en pos de una
burocracia, o casta, que pretendía perpetuarse en el poder explotando al
pueblo.
He de reconocer que esta novela me dejó tocado hace 13 años,
cuando la leí por primera vez, y vuelve a hacerlo en la actualidad. Para
cualquier persona que la lea, debe servir para que se cree en su mente una
alerta a favor de la libertad, que no nos traguemos mensajes en cualquier Neolengua vomitados por cualquier
poderoso. Que seamos escépticos con los mesías que vienen a salvarnos y no nos fiemos
nunca de quien gobierne.
Comentarios
Publicar un comentario