Cerveza
y drogas a rimo de jazz desenfrenado. Literatura y suburbios en el San
Francisco de principios de los años 50 del siglo XX. Poesía, literatura,
hipsters, locura y amores extraños plagan las páginas de este gran clásico de
la generación beat: “Los subterráneos”, del genial Jack Kerouac.
Leo Percepied (el alter ego de Kerouac) es un escritor que
mantiene una relación amorosa con una muchacha negra, Mardou Fox. Los dos se
mueven de casa en casa, de garito en garito, él buscando dejarla y no dejarla,
ella luchando entre su enfermedad mental -acude al psicoanalista- y la fiesta
nocturna.
Con la intensidad propia de la escritura de Kerouac, “Los
subterráneos” me ha parecido una novela entretenida y enigmática. Digo enigmática porque al final no te enteras
bien ni de lo que sienten los protagonistas ni de lo que realmente pasa, pero
sus páginas están llenas de lúcidos análisis, cierta dosis de ironía y cinismo
y una buena cantidad de situaciones un tanto absurdas.
Como os decía, este libro me huele a tabaco y mariguana, a
cerveza barata; me suena a Charlie Parker, y su imagen se me presenta en el blanco
y negro propio de las películas antiguas.
Que mejor forma de concluir
esta entrada que escuchando al maestro del jazz.
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