Cuarto día: de Sos
del Rey Católico a Santillana del Mar
El cuarto día de viaje nos dirigimos a
Santillana del Mar, en Cantabria. Pero antes hicimos una parada obligada en
Bilbao para visitar el Guggenheim. Por desgracia no pudimos ver más rincones de
la ciudad vasca, el tiempo apremiaba, pero el museo diseñado por Frank Gehry es
auténticamente extraordinario. Aunque las
exposiciones que residen en su interior son bastante interesantes, el edificio
en sí ya merece la pena. Es increíble cómo la ingeniería y la imaginación humana
pueden fabricar con titanio algo tan sorprendente.
Sus exposiciones se dividen entre las
permanentes y las itinerantes. De las permanentes me gustó mucho la obra “La materia del tiempo” . Adentrarte en el interior de
cada una de las esculturas te hacía pensar en muchas cosas; a mí en particular,
me incitó a reflexionar sobre el agobio que representa vivir pendiente de que
el tiempo se te viene encima. Supongo que cada uno tendrá su opinión.
De las itinerantes podías ver la exposición “El arte en guerra, desde Picasso a Dubuffet” ( ), que repasaba las obras de muchos artistas que desarrollaron sus
obras durante la segunda guerra mundial.
A eso de las 14:30 subimos al restaurante a
tomarnos un refrigerio y comer algo. Luego hicimos una visita a la tienda, en
la que compramos una taza estupenda que añadimos a nuestra colección de tazas
de viaje.
Por la tarde, alrededor de las 17:00,
llegamos al parador de Santillana del Mar. Bueno, a uno de los paradores,
porque hay dos. Santillana del Mar
es también conocida como “el pueblo de las tres mentiras”: ni es santa, ni es
llana, ni está cerca del mar. La verdad es que me sorprendió el ambiente que había.
Las calles estaban atestadas de gente y prácticamente en cada esquina había un
bar, un hotel o una tiendecita donde comprar algunos productos típicos de
Cantabria, como son las anchoas, los sobaos o las quesadas. Todo muy rico, como
no podía ser de otra forma.
Quinto día
En Santillana del Mar todavía nos quedamos un
par de días más, pero desde allí hicimos algunas excursiones muy destacables.
Primero, fuimos a ver la recreación de la cueva de Altamira que se encuentra a
pocos kilómetros de la localidad donde nos hospedábamos.
La cueva, por motivos de conservación, está cerradas, por lo que se ha
realizado una impresionante recreación que no tiene nada que envidiar a la original.
Además de ver las famosas pinturas rupestres, podréis adentraros en un museo
que explica de forma bastante pedagógica algunas de las características más
destacables de nuestros antepasados prehistóricos. A mí me llamó la atención,
entre otras muchas cosas, un pequeño gráfico en el que se describe la evolución
de la esperanza de vida. Da que pensar.
También aprenderéis cómo cazaban, vivían y enterraban a sus
muertos. Tras visitar el museo y la neocueva, una pequeña tienda os podrá
proveer de algún souvenir.
Al medio día, tras nuestra visita a Altamira,
decidimos adentramos más en los pueblos de Cantabria. Un bello paisaje lleno de
bosques que desembocan casi justo en la playa es una postal que no se suele ver
mucho en el sur de España, donde v
ivo. Paramos en San Vicente de la Barquera y,
tras dejar el coche en un parking, porque el tráfico era infernal, estuvimos
deambulando buscando un barecito donde comer algo. Cómo no, conseguimos una
mesa en un bar especializado en pescado, y ahí comimos un poco de todo, desde
sardinas hasta boquerones.
La tarde la dedicamos a pasear por Santillana
del Mar.
Sexto día
En nuestro sexto día de viaje decidimos
acercarnos a ver Santander, la capital de Cantabria. La mañana la organizamos
de tal forma que nos diera tiempo a ver lo más destacado, pero también nos
llovió un poco y no pudimos ir por la calle tan a gusto como queríamos.
Primero fuimos a un punto de información
turística a hacernos con un mapa y algo
de información. De ahí, a ver la casa del erudito Menéndez Pelayo .
En ella podréis contemplar una fascinante biblioteca. Antes de adentraros en
los aposentos de este ilustre
santanderino, os dejarán ver un vídeo de breve duración que os ayudará a tener una imagen global de su vida y obra.
Tras la visita a la casa de Menéndez Pelayo,
cogimos el coche y nos fuimos a ver el Palacio
de la Magdalena. En este edificio se suelen celebrar cursos de verano muy
afamados en España, por lo que no pudimos ver el interior de las instalaciones.
Lo que sí pudimos es subir andando y disfrutar de los paisajes, sobre todo de
la panorámica de la playa de “El Sardinero”. El gris del cielo nublado se
mezclaba con un mar oscuro, creando unos tonos más otoñales que veraniegos.
Nos comimos un bocadillo cerca de la playa,
que tampoco era del otro mundo, y regresamos rumbo a Santillana del Mar. Por la
noche nos desquitamos con la cena y pude disfrutar de unas chuletas con
berenjenas la mar de buenas.
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