Esta
semana he estado disfrutando con la película Slumdog Millionaire, dirigida por el director Danny Boyle.
Slum significa en inglés barrio bajo, y Slumdog es traducido en la película como perro de chabolas. Esta conmovedora cinta está protagonizada por un
joven indio que está a punto de ganar 20 millones de rupias en el hiperfamoso
consurso televisivo ¿Quién quiere ser millonario? Al ser un joven procedente de un
barrio marginal, que se gana la vida sirviendo té a los teleoperadores de una
empresa de comunicaciones, la policía cree que está haciendo trampas. Mientras
lo interrogan, nos cuenta su fascinante historia.
El joven,
llamado Jamal Malik, habla de su vida, la de su hermano y la de una niña que conocen
y que se convirtió en su gran amor. Sumergidos en una
pobreza extrema, los jóvenes hermanos Malik se van ganando la vida como
pueden, emigrando de un sitio a otro. Jamal es más bondandoso, mientras que su
hermano es más tipo duro, elemento
que será crucial en el desarrollo de la película.
El
policía le pone un vídeo con su participación en el concurso y, por el destino
o por tener mucha suerte, ve cómo para cada pregunta tiene una respuesta que se
basa en sus propias experiencias a lo largo de la vida. Lucha entre religiones, pobreza,
externalización de servicios por parte de empresas occidentales en la India,
etc., serán algunos de los elementos sociológicos que se presentan como telón de fondo de la historia.
La
película mantiene la intriga hasta el final, y eso es de agradecer. Los actores están estupendos, sobre todo los
niños, que interpretan un papel crucial en esta historia reflejando la vida mísera de lo que podrían ser millones de pobres
en el mundo. Para algunos quizás el final sea demasiado bueno, pero creo que no
es así. A lo largo de la película se ven el sufrimiento y la muerte de muchos,
siendo la vida de Jamal una mezcla de su ingenio, suerte y azar. Al fin y al
cabo, la esperanza es lo último que se pierde.
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