Entre mis lecturas de este verano, he incorporado la
fascinante novela de Noah Gordon “El Médico”.
El autor norteamericano nos deleita con la interesante vida de Robert Cole, un joven huérfano que
tras la muerte de sus padres es entregado como aprendiz a un cirujano barbero
conocido como “Barber”. Corren los inicios
del año 1000 en una Inglaterra llena de enfermedades y miedos
religiosos. “Barber”, el orondo cirujano barbero, también es un vendedor de
pócimas –entre ellas, de la “panacea universal”- y un curtido “mago” con
ciertas habilidades para los juegos malabares. Con Barber, el joven Robert Cole
aprende la profesión de cirujano barbero, los malabares, la costumbre de beber
en exceso y otras facetas tanto laborales como festivas de la vida. Al morir el barbero, Cole decide
que quiere hacerse médico y conoce a un doctor judío al que le pregunta dónde
estudiar. El judío le indica que es en Persia donde se encuentra la mejor
escuela de médicos y, por extensión, el mejor médico y maestro del que pueda
aprender.
Robert Cole inicia un viaje por Europa, conoce las costumbres
judías y se hace pasar por uno de ellos, pues piensa que esa es la única manera de ingresar en la escuela de médicos. Sus
aventuras duran años, conoce a una chica, se enamora, pero su camino hacia
Persia es irrenunciable: debe hacerse médico.
En Persia será encarcelado, exonerado por el Sha y aceptado
como estudiante. Iniciará una amistad con dicho Sha y con varios estudiantes:
un judío, Mardín, y un musulmán, Karim. Aprenderá los entresijos de la
medicina, la filosofía y la jurisprudencia y volverá a conseguir encontrarse
con su amada, esa chica que conoció de viaje y que era natural de Escocia.
Tendrá hijos, irá a la guerra como médico y dejará, por último, Persia para
volver a su tierra.
La vida de Robert Cole, “El Médico”, es una aventura
constante en la búsqueda del saber, que entretiene a la vez que nos intenta
ofrecer una imagen de ese mundo medieval que existía hace mil años.
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