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Mostrando entradas de octubre, 2011

“DEAD MAN WALKING”

La pena de muerte siempre ha sido un asunto polémico, sobre todo cuando la primera potencia mundial, EEUU, cuenta con muchos estados que la aplican. Descartada la silla eléctrica y otras formas de eliminación radical de criminales, es la inyección letal la que se ha decidido extender por razones “humanitarias”. La inyección se basa en la administración progresiva por vía intravenosa de un potente barbitúrico. Como podemos leer en la Wikipedia, “se usan tres sustancias conjuntamente: tiopental sódico, bromuro de pancuronio y cloruro de potasio. El tiopental sódico es un barbitúrico de acción muy rápida que hace perder el conocimiento al preso, la segunda es un bloqueador de placa mioneural no despolarizante, que paraliza el diafragma, impidiendo así la respiración, y el cloruro de potasio despolariza el músculo cardíaco provocando un paro cardíaco”. Se ha demostrado que con la pena de muerte no desciende el número de crímenes pero, ¿cuál puede ser el principal motivo por el que tenga

EL MAL CON CARA DE NIÑO

Uno siempre se imagina el mal con cara de bestia, olor a azufre, cara deformada, cola, cuernos, colmillos exageradamente grandes… o con cualquier otra característica desagradable capaz de provocar más de una pesadilla. Pero lo que nunca se encontraba entre las posibilidades es que el mal tuviera cara de niño. Hay muchas películas cuyos protagonistas son niños despiadadamente malvados. Hablaríamos, por poner un par de ejemplos conocidos, de “Los chicos del maíz” , película de 1984 basada en un relato de Stephen King, o la genial “Quién puede matar a un niño”, dirigida en 1976 por el maestro Narciso Ibáñez Serrador, director al que admiro y que también nos deleitó con “Historias para no dormir”, serie de Televisión Española emitida a mediado de los sesenta. Los niños, en estas películas, se convierten en unos personajes malévolos, que trasmiten aún más terror al tener una cara de inocencia capaz de neutralizar cualquier intento de combatirlos. Pero para mí, sin lugar a dudas, hay